|
Foto: Diego Pérez |
Queridos
y queridas, no recuerdo con qué pobre excusa me había autoinvitado
en aquella ocasión a casa de mi amigo -amigo de los libros, amigo
de todos- don José Luis Forte, pero allí estaba yo,
bebiéndome su vino y fumando de su tabaco, cuando aparecieron los
cohetes y
me propusieron ilustrar el próximo libro que querían editar. Yo
dije que sí antes de escuchar nada más -soy pastueño
por naturaleza-, para un segundo después caer en la cuenta de que,
conociendo su catálogo y conociéndoles a ellos, ¡quizá tendría
que enfrentarme a un texto lleno de personajes oscuros, muy serios o
muy muertos! Pero entonces pronunciaron la palabra «Galdós» y el
amor volvió. «Hemos elegido un texto que te va como anillo al
dedo», dijeron, y cuando dejé
de leerlo -porque «¿Dónde está mi cabeza?» no se puede terminar-
me di cuenta de que no se equivocaban. ¡Aquello era un traje a
medida, queridos! «¿Dónde está mi cabeza?» era el combinado
perfecto de humor, elegancia y fantasía y no había otra manera de
afrontarlo que perder la cabeza, como su protagonista, como su autor
-¿en qué pensabas, Benito?
|
Foto: Diego Pérez |
Este viaje lisérgico y neurótico
de un dandy castizo ¡tenía que ser a todo color! A pecho
descubierto, prescindí por primera vez del lápiz y trabajé
directamente sobre la pantalla. Me ajusté mi paleta de colores, CMYK
básico, y me lancé al ruedo sin apenas bocetos previos. Así, con
Manolo Prieto y sus portadas para novelas y cuentos como principal
referente, fui bregando y disfrutando con cada página. En unas el
protagonista se me antojaba más bajito y brugueriano, en otras el
Searle que siempre me alumbra lo estilizaba. Aquí unas gracias
psicodélicas, aquí unos remates de falsa imprenta artesana... y ya
hemos llegado a la treintaydos. ¡Ahí queda eso! Envuélvamelo de amarillo, que me voy a brindar.
|
Foto: Diego Pérez |
|
Foto: Diego Pérez |
Ahora,
queridos y queridas, les toca a ustedes juzgar la faena.